El poeta es el motor de alta
frecuencia espiritual,
es quien da vida a lo que no la tiene; cada palabra,
cada frase adquiere en su garganta una vida propia,
y nueva, y va a anidarse
palpitante de calor
en el alma del lector.
Vicente Huidobro
En 1925, Vicente Huidobro, publicaba su
Manifiesto de Manifiestos, un intento de acercamiento a la figura del poeta y
al conocimiento de la poesía:
“transmutación de todas las cosas en piedras
preciosas”.
Un texto imprescindible si como a mí os fascina que el lenguaje y la
comunicación transciendan los límites de lo común y transformen las palabras en
magia.
Hace tiempo os conté como cierto día abrí el
poemario “Crujido” de Princesa Inca y me vi literalmente arrastrada y seducida
por lo que allí se expresaba, por la dureza y el desgarro que en esas páginas
había, también por su ternura. Páginas escritas desde un dolor que la mayoría
de nosotros desconocemos y no somos capaces de imaginar. Sí, es cierto, a
diario nos alimentamos de mil dolores pequeños que, al ser propios,
sobredimensionamos. “Trozos heridos somos, trozos que se mutilan” dice ella que
sabe bien de qué habla y ha mirado de frente al Mal con mayúsculas. A través de
sus palabras nos desnuda a todos al desnudarse ella, nos interroga al
interrogarse. Un estado de superconciencia que, como decía Huidobro, solo
pertenece a los poetas.
Hace unos días murió uno de los más grandes
poetas que ha pisado la Tierra:
Juan Gelman, él como nadie miró de cara al dolor, supo bien lo que era la pena y se vio de frente al horror y la injusticia y aun así intentó entender, aun así su Oración del Desocupado pidiendo una ayuda desesperada, y aun así qué bien nos contó qué cosa es eso del Amor… lleno de
Juan Gelman, él como nadie miró de cara al dolor, supo bien lo que era la pena y se vio de frente al horror y la injusticia y aun así intentó entender, aun así su Oración del Desocupado pidiendo una ayuda desesperada, y aun así qué bien nos contó qué cosa es eso del Amor… lleno de
Preguntas
Ya que navegas por mi sangrey conoces mis límites,y me despiertas en la mitad del díapara acostarme en tu recuerdoy eres furia de mi paciencia para mí,dime qué diablos hago,por qué te necesito,quién eres, muda, sola, recorriéndome,razón de mi pasión,por qué quiero llenarte solamente de mí,y abarcarte, acabarte,mezclarme en tus cabellosy eres única patriacontra las bestias del olvido.
Al recibir el Cervantes en el 2007 declaró que
el poeta “no escribe para vivir, sino que vive para escribir”. Ahí está su
obra, prueba tangible de la veracidad de esta afirmación. Si, como dijo
Huidobro: “el poeta es aquel que sorprende la relación oculta que existe entre
las cosas más lejanas, los ocultos hilos que las unen”, la aportación de Gelman
es impagable porque ha sabido como nadie hacerlo así y darle en “su garganta
una vida propia”.
Os recomiendo un rato en su compañía, en su lectura hallaréis
un lenguaje que nos define como pocos han sabido.
La entrada de hoy pretende ser un homenaje a su
figura y a su obra que me ha acompañado tantas horas, pero, sobre todo, un homenaje a los poetas que, al igual que
él, transcienden los límites de la comunicación y nos elevan sobre nuestra
pobre condición humana.
En los dos post anteriores nos paramos un rato
a ver qué sacábamos en claro de las Ciencias para nuestro día a día y salimos
aún más perplejos de lo que de por sí estamos. Así que, al igual que Huidobro
acabó su Manifiesto, termino yo también hoy utilizando las palabras de
Saint-Pol-Roux declarando a la Poesía: Ciencia de las Ciencias, procedente
directamente de la ley de los dioses.
Geómetra es lo absoluto, el arte va ahora a fundar comarcas, comarcas que sólo participarán del universo tradicional por su único recuerdo básico, comarcas en cierta forma registradas bajo una rúbrica de autor; y estas comarcas originales donde la hora será dada por los latidos del poeta, donde el vapor estará constituido por su aliento, donde las tempestades y las primaveras serán sus alegrías y sus penas, donde la atmósfera será el resultado de su fluido, donde las ondas expresarán su emoción, donde las fuerzas serán los músculos de su energía, y de las energías subyugadas, estas comarcas, digo, el poeta en un patético parto las amoblará con la población espontánea, con sus tipos personales.
La ciencia propiamente dicha nada tendrá que pretender de esos milagros, al declararse súbitamente la poesía ciencia en sí, ciencia de las ciencias, capaz de bastarse, en posesión de reglas caprichosas, que se diferenciarán de un poeta a otro, a pesar de provenir de una ley primordial, la ley de los dioses.
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