“Quizá
la literatura sea eso, desaparecer en la escritura y reaparecer gloriosamente
al ser leído. Por eso no hay que hacer demasiado evidente el esfuerzo del
pensamiento al escribir. Para no entorpecer la resurrección de la carne que
glorifica al autor cuando es leído. Toda lectura tiene, por lo menos, este
doble fondo. Hay una superficie de prosa, de ideas, y debajo, como una figura
inmovilizada dentro del hielo, está el autor”
Francisco Umbral “Mortal y Rosa”
Hoy, que aparezco de nuevo y me dispongo a
hablar de mi blog, no se me ocurre nadie mejor que el mejor Umbral de Mortal y
Rosa, uno de los mejores libros que se hayan escrito nunca en nuestro país,
para darme el empujón y salir de nuevo a jugármela en vuestras pantallas.
Famoso es aquel “yo vengo a hablar de mi libro” que pronunció muy airado en la
televisión cuando la conversación transcurría por derroteros que nada tenían
que ver con su presencia allí. Y de eso os quiero hablar en mi regreso, de mi
presencia aquí, del giro enorme que ha supuesto en mi vida la decisión de
escribir por fin de cara al público tantísimas cosas que llevaba toda la vida
escribiendo en privado (o en “negro”) y que, parafraseando a Umbral,
pacientemente pero sin dejar de impacientarme voy ordenando de nuevo y dando
forma para aligerar la pluma.
En su libro él deja buena constancia de qué es
esto del asunto de escribir, y en el
párrafo que encabeza esta entrada nos aconseja “no hacer evidente el esfuerzo”,
que no pese, que parezca liviano… pero ese esfuerzo haberlo, haylo. Y detrás de
él el autor, en este caso narrando una experiencia devastadora, cruel, pero al
mismo tiempo con una enorme generosidad ayudando a los que queremos seguir en
el oficio de escribir.
“Una obra en marcha, sí, articula un destino, pone argumentos a los días, eje a las horas. Estructura una conciencia, ayuda a vivir”.
Cierto es, a mí este blog me ha dado una nueva
perspectiva de todo, de la vida también.
Pero redactar un buen texto tiene su
complicación y además ha de ser sincero, debes tenerlo en el centro mismo de tu
persona, tiene que quemarte por dentro, y
ahí es donde lo clava Bukowski:
“Si no te sale ardiendo de dentro, a pesar de todo, no lo hagas. A no ser que salga espontáneamente de tu corazón y de tu mente y de tu boca y de tus tripas, no lo hagas…“
Gran poema y sabias palabras que me han servido
de bálsamo durante esta prolongada ausencia que casi me dolía como duele un
hijo, porque este blog, desde el momento mismo que me lancé a escribirlo, no me
ha traído más que cosas buenas. Dejarlo de lado durante más de un mes ha sido
difícil. Primero y fundamental porque me puso delante de mis demonios y de mi
vocación, luego porque me ha abierto un mundo lleno de posibilidades y me ha
relacionado con gente que ha entendido desde el principio de qué voy, gente inteligente
y con buenísima conversación que me alienta y que incluso en ciertos casos ha
supuesto el comienzo de una bonita amistad ¿verdad, Dímpel?
(No dejéis de
seguirla, va a llegar lejos porque tiene inteligencia, carácter y buen corazón)
No es fácil salir ahí y poner las tripas y el
corazón en ello, abrirte en canal. La cuestión es que si no se hace así, si no
estás tú entre líneas y luego desapareces para dárselo a los demás y que pase a
ser suyo, no funciona. Y cuando lo consigues es narcótico y adictivo.
Y está el tema del tiempo y del espacio para
hacerlo posible. Tiempo y espacio que durante estos días he echado tantísimo de
menos al no poder ni siquiera plantearme un instante de soledad y recogimiento.
El verano tiene estas cosas, que tampoco están mal, no vayáis a creer.
Es por eso que me he acordado mucho últimamente
de Virginia Woolf y su libro Una habitación
propia ¡Cuánta razón tenía!
Ya os hablé de ella y su libro Las olas,
considerado una de las obras fundamentales de la Literatura.
“Vivimos arrastrados por la corriente de esas cosas que nos han llegado a ser tan familiares que carecen de sombra. Flotamos, flotamos…”
En Una habitación propia Virginia Woolf aúna
dos conferencias que convierte en un ensayo en el que refleja las dificultades
de la mujer de entonces para poder ser escritora. Se convierte así en un ensayo
feminista que saca a la luz las profundas desigualdades que existían entre
hombres y mujeres a la hora de realizarse como seres humanos. Soy de la opinión
de que dichas desigualdades cada vez están más desdibujadas, supongo que ante esa
afirmación habrá quien me eche los perros pues todavía hoy en día la mujer
sigue llevándose la peor parte y esa brecha se sigue dando, pero quizá sea más
sutil, al menos en nuestra sociedad, y las armas para no dejarse encasillar si
no quieres están al alcance de todos.
Woolf pone el acento en lo importante que
resulta tener una independencia, un espacio y un tiempo propio para
realizarnos, para conseguir conocernos y alejarnos de etiquetas, y también, por
supuesto, para escribir. Y esta necesidad es básica tanto para unos como para
otras. En la época de la autora era evidente que los hombres lo tenían
sencillo, las mujeres de clase alta y buena educación podían acercarse (y de
lejos) a ese ideal y las demás en la cocina.
Doy fe. Sin independencia, sin espacio y sin
tiempo es casi imposible escribir. A pesar de todo hay quien lo consigue, supongo
que con mucho sacrificio, me quito el sombrero ante ellos.
Yo no pude. Hice caso a Bukowski, no lo hice,
esperé a que rugiera y ha dado resultado, vuelvo por mis fueros y con mucho,
mucho, que contar.
Aquí os dejo el poema entero recitado por Hovik
(otro grande) para que os deleitéis, al fin y al cabo lo que dice es aplicable
a todo lo que hagáis en la vida. Viene con una recomendación “pelín” etílica pero ¿alguien sabe de algún buen escritor que no beba?
Ahí vamos, a abrasarnos.
No hay otro camino y nunca lo hubo.
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