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"No hay barrera, cerradura, ni cerrojo
que puedas imponer a la libertad de mi mente"

Virginia Woolf

martes, 27 de agosto de 2013

El mal

“No hay pensamientos peligrosos, el pensamiento es peligroso” 
Hannah Arendt


Se cuela esta mañana entre estas líneas alguien que me tiene completamente descolocada y descuajeringadas las meninges, Hannah Arendt.

Digo que se cuela porque antes que de ella tenía pensado hablaros, en uno de mis arranques filosóficos, de Walter Benjamin, otro de mis preferidos, y amigo cercano de Arendt. Pero, como digo, me urge más hablaros de ella.



Desde que me metí al cine a ver   Hannah Arendt  la película que cuenta la vida de esta pensadora y que se centra en el proceso a Adolf Eichmann, teniente coronel de la SS, al que la pensadora asistió como periodista y que dio como resultado el libro Eichmann en Jerusalén. Sobre la banalidad del mal, una de las obras claves del pensamiento occidental del siglo XX,  no dejo de darle vueltas.

Este proceso sentó un precedente en la era moderna a la hora de juzgar crímenes contra la Humanidad y está en la base para la creación ansiada de un Juzgado Multinacional para que los persiga.

Pues bien, Hannah Arendt, contraviniendo todo lo que se esperaba de ella como judía, cuando tuvo que contar lo ocurrido, tomó distancia, y sin dejarse llevar por el pensamiento imperante de cómo se debía analizar el proceso, se atrevió a sacar sus propias conclusiones de lo que allí se estaba juzgando.

Hay que pensar sin apoyos, sin nada a lo que agarrarse


Dejando a un lado todas las polémicas que desató por el tratamiento de los temas que puso sobre el tapete (ahí están las hemerotecas si queréis ir más allá y os interesáis por el tema) a mí lo que realmente me ha cautivado es su análisis del mal y como supo ver en Adolf Eichmann, un tipo corriente, encargado del transporte a los campos de concentración y exterminio, y responsable material del asesinato de seis millones de judíos, la banalización del mal y sus terribles resultados.

Lo que se da en la película, y se dio en su momento durante el proceso, es el enfrentamiento entre dos caracteres totalmente antagónicos, por un lado la inteligencia, el pensamiento, la duda de Hannah Arendt, por otro la mediocridad, la certeza, el automatismo de Adolf Eichmann.

El retrato que la autora hizo de Eichmann fue muy controvertido y atacado 

“era incapaz de pronunciar ni una sola palabra que no fuera un cliché… …su incapacidad para expresarse estaba vinculada estrechamente a su incapacidad para pensar” 
“estaba en armonía con el mundo que había conocido”. 

Ahí radica su banalización.

En ningún momento Hannah Arendt eximía de culpa a Eichmann como sus críticos le achacaban, la mayoría sin haber profundizado en sus palabras y sin haber leído su libro, pero dejó bien claro que no era la encarnación del mal sino, esto es de mi cosecha, una mala copia de fatales consecuencias.

Reconozco que me ha costado entender las conclusiones a las que llegó y comprender esta banalización del mal, tal y como ella la explica, hasta que me he puesto a pensar en nuestra situación actual.

En una de las escenas está ella dando clase y les habla a sus alumnos de los campos de exterminio donde se les hacía creer a las personas
  “que eran superfluas, que no servían para nada” 
 por tanto, totalmente prescindibles y sin valor alguno. 
¿No es esto algo muy familiar estos días donde personal asalariado, funcionarios cumplidores, entregan cartas de despido a cientos, miles, de personas porque ya no son necesarios, por tanto, prescindibles? Y lo hacen con una tranquilidad y una sangre fría increíble, soy testigo, porque, al fin y al cabo, están cumpliendo órdenes, mientras que en sus despachos de roble permanecen las mentes pensantes que deciden que así sea.

Y no pasa nada. Seguimos rodando.

Quiero dejar constancia de que yo no pretendo sentar cátedra, ni dar con la clave. Expongo mi debatir interno y esta desazón de intentar encontrar respuestas a tantos comportamientos deshumanizadores. 

Juan José Millás en su artículo en El País del 12 de julio del 2013, El mal, lo desarrolla mejor que yo “hemos alumbrado un monstruo” decía. 

Quisiera ir más allá, pensar que en todo lo que me rodea hay más bondad y belleza, y no esta cutrez en la que nos quieren sumergir, pero para eso he de hacer un esfuerzo diario que mantenga con vida mi fe en la Humanidad.

Donde todos son culpables, no lo es nadie.

El pensamiento de Arendt me ha cautivado, por este afán mío de querer entender como ella la brutalidad, el mal, que ahora toma formas más sutiles pero que aun así se está llevando por delante a millones de personas sin que al parecer nadie pueda pararlo.

Ahí está mi recomendación, no dejéis de ver esta inteligente película.
Eso sí, si estáis intentando dejar de fumar pensároslo antes.





viernes, 23 de agosto de 2013

Ese son

“Tiene de un niño la ternura y de un poeta la locura 
y aún cree en el amor”


Qué pena que hoy sea 23 de agosto y no 24, de este modo la publicación de esta entrada coincidiría con el cumpleaños de Benny Moré y sería una bonita  conjunción astral para acompañarnos en este post. Bueno ¡qué demonios! por un día arriba, un día abajo, no nos vamos a quedar con las ganas. Va por él y su nacimiento.

No sé vosotros pero yo el verano, no puedo evitarlo, lo asocio inmediatamente a música y baile al aire libre, y no a cualquier música, indefectiblemente para mí la música estos días viene de Cuba y me retrotrae a esos paseos que conocí en La Habana en los que las notas salían de cualquier rincón a cualquier hora impregnando el ambiente de una cadencia que no recuerdo en ningún otro lugar.





Pero si hay que decir que alguien tiene la culpa de este mi mal ese es Joaquín.
¿Qué quién es Joaquín?
Os lo voy a contar.



Joaquín, 9 Septiembre 2003, Concierto de Pedro Luis Ferrer
Joaquín Ordoqui, intelectual cubano aficionado a la música y a la cocina, era una de las personas más vivas y entregadas que yo he conocido nunca.   Al presentármelo pensé que era tal cual el Tío Alberto de Serrat 

“un aristócrata que ayer perdió su cetro de oro y su corona”

No hay mejor imagen para él que esta canción, caminando sobre el bien el mal con la cadencia de su propio vals, entre la ruina y la riqueza, entre mentiras y promesas, aún sabía sonreír.

Amaba a la vida y a las mujeres y ninguna de las dos cosas podía disimularlas. Se bebió la vida y la vida se lo bebió a él. Excesivo, generoso y sincero en todo lo que hacía. Fue participe también de aquella noche en la que nos sorprendió el nuevo día con  Lichi,  mano a mano, desgranando la vida y sus sinvivires y de la que ya os hablé aquí.

Cuando le conocí sabía algo de Cuba, de su música, sabía de la erudición de  Alejo Carpentier  en   La música en Cuba,  pero con él aprendí lo que no estaba escrito. Me enseñó a oírla me adentró en sus misterios, en sus miserias y en sus grandezas. Me enseñó a disfrutarla como sólo él sabía.

De repente, Lecuoma, Rita Montaner, el Grupo de Experimentación Sonora, Sindo Garay, Ignacio Piñeiro, la India de Oriente, Matamoros, Bola de Nieve, Pérez Prado, cómo no La Lupe, Celia Cruz, tantos otros, pasaban a ser alguien familiar e imprescindible en mi vida gracias a él.

Cierto día le manifesté mi deseo de entrevistarle y no solo cedió gustoso sino que (como siempre) unió deber y placer y nos citó en su casa para comer.

“…porque ustedes los muchachos cuando se juntan, porque ustedes los muchachos cuando se juntan… cuando se juntan…”

A nuestra llegada se había puesto a cocinar un guiso que requería al menos de dos horas de preparación lo cual supuso extender el aperitivo hasta las cinco de la tarde y la comida hasta el amanecer.

La recopilación de artículos suyos que hice para prepararme la entrevista y que a su vez le regalé a mi llegada, le emocionaron tremendamente, ya hemos dicho que era un niño grande y con todo se ilusionaba. Y así, ese día dio para hablar de muchas cosas, no sólo de Música, de Literatura, también de su Cuba, de su juventud, de Política.

Este párrafo esta sacado de la semblanza que hizo de Pablo Milanés:

Es muy difícil trasmitir ahora la realidad mortal y política que vivió la juventud cubana que nació en las décadas de los 40 y 50 y que permaneció en el país después de 1959. Creíamos que estábamos participando en una cruzada justiciera, que los horrores eran errores, que latíamos al mismo ritmo del mayo del 68 parisino, y quizá porque vivíamos en las entrañas del monstruo no podíamos contemplar su verdadero rostro. Candorosa y torpemente felices, sacrificábamos nuestra propia felicidad. Y así, en medio de persecuciones veladas, de prohibiciones explícitas y protecciones oportunas, nació lo que más tarde se conocería como la Nueva Trova cubana, de la cual Pablo (Milanés) será uno de sus principales exponentes.

Nueva perspectiva y nueva visión en mi vida del ideal cubano tan admirado.

Y para alguien como yo, que tenía en un altar a  Silvio Rodríguez  y a  Bob Dylan,  resultaba revelador que alguien me contara los claroscuros que se daban en los dos, los razonara, que me hablara de esas contradicciones de las que ninguno estamos exentos pero que aceptamos con dificultad cuando de un ídolo se trata…

Al igual que ocurrió con Bob Dylan, el mito (Silvio Rodríguez) era demasiado grande para el ser humano que debía sostenerlo y los tiempos son, también, distintos. El gran mito norteamericano terminó dando conciertos a Juan Pablo II, vergonzosa renuncia a los ideales de libertad que alguna vez representó. El gran mito cubano termina aferrado con terquedad a un sistema que contradice todo lo que dice representar.

Sin embargo, ahí nos quedan Blowing in the wind y Una mujer con sombrero, Sad eyes lady of the lowland y La maza y eso es lo que cuenta.

Fue también muy impactante el espíritu crítico con el que enfrentaba el fenómeno Buena Vista Social Club tan incuestionable en aquel momento.

Hablamos de todo, de todos, y llegó el momento de Benny Moré y sus canciones, entonces los dos al unísono mirándonos a los ojos mencionamos “Cómo fue” y un chispazo de hermandad le dejó ya prendado en mi vida para siempre. Imposible no quererle.

Él tuvo la culpa de que cuando llegó Ibrahim Ferrer a Madrid no parara hasta entregarle un tarrito de miel para que se lo ofreciera a su santo. Que cuando me choqué a la puerta del Hotel Praga con Omara Portuondo se me quedara cara de boba y ella me dijera con una sonrisa:  “chica, espabila, que no pasa nada”. Suya es la culpa de que no pueda escuchar su música sin acordarme de él.

Sé que es muy poco estas palabras que te dedico, Joaquín, que podría extenderme largo rato, pero en eso tú eras el maestro. No sabría hacerlo igual de bien.

Allá donde estés, hoy, sobre todo, estas palabras van por ti, te las debía.






martes, 20 de agosto de 2013

...y vuelta a empezar

“Quizá la literatura sea eso, desaparecer en la escritura y reaparecer gloriosamente al ser leído. Por eso no hay que hacer demasiado evidente el esfuerzo del pensamiento al escribir. Para no entorpecer la resurrección de la carne que glorifica al autor cuando es leído. Toda lectura tiene, por lo menos, este doble fondo. Hay una superficie de prosa, de ideas, y debajo, como una figura inmovilizada dentro del hielo, está el autor 

Francisco Umbral “Mortal y Rosa”




Hoy, que aparezco de nuevo y me dispongo a hablar de mi blog, no se me ocurre nadie mejor que el mejor Umbral de  Mortal y Rosa,  uno de los mejores libros que se hayan escrito nunca en nuestro país, para darme el empujón y salir de nuevo a jugármela en vuestras pantallas. 
Famoso es aquel “yo vengo a hablar de mi libro” que pronunció muy airado en la televisión cuando la conversación transcurría por derroteros que nada tenían que ver con su presencia allí. Y de eso os quiero hablar en mi regreso, de mi presencia aquí, del giro enorme que ha supuesto en mi vida la decisión de escribir por fin de cara al público tantísimas cosas que llevaba toda la vida escribiendo en privado (o en “negro”) y que, parafraseando a  Umbral, pacientemente pero sin dejar de impacientarme voy ordenando de nuevo y dando forma para aligerar la pluma. 
En su libro él deja buena constancia de qué es esto del asunto de escribir,  y en el párrafo que encabeza esta entrada nos aconseja  “no hacer evidente el esfuerzo”, que no pese, que parezca liviano… pero ese esfuerzo haberlo, haylo. Y detrás de él el autor, en este caso narrando una experiencia devastadora, cruel, pero al mismo tiempo con una enorme generosidad ayudando a los que queremos seguir en el  oficio de escribir.

“Una obra en marcha, sí, articula un destino, pone argumentos a los días, eje a las horas. Estructura una conciencia, ayuda a vivir”.

Cierto es, a mí este blog me ha dado una nueva perspectiva de todo, de la vida también.

Pero redactar un buen texto tiene su complicación y además ha de ser sincero, debes tenerlo en el centro mismo de tu persona, tiene que quemarte por dentro,  y ahí es donde lo clava  Bukowski:

“Si no te sale ardiendo de dentro, a pesar de todo, no lo hagas. A no ser que salga espontáneamente de tu corazón y de tu mente y de tu boca y de tus tripas, no lo hagas…“

Gran poema y sabias palabras que me han servido de bálsamo durante esta prolongada ausencia que casi me dolía como duele un hijo, porque este blog, desde el momento mismo que me lancé a escribirlo, no me ha traído más que cosas buenas. Dejarlo de lado durante más de un mes ha sido difícil. Primero y fundamental porque me puso delante de mis demonios y de mi vocación, luego porque me ha abierto un mundo lleno de posibilidades y me ha relacionado con gente que ha entendido desde el principio de qué voy, gente inteligente y con buenísima conversación que me alienta y que incluso en ciertos casos ha supuesto el comienzo de una bonita amistad ¿verdad, Dímpel
(No dejéis de seguirla, va a llegar lejos porque tiene inteligencia, carácter y buen corazón)

No es fácil salir ahí y poner las tripas y el corazón en ello, abrirte en canal. La cuestión es que si no se hace así, si no estás tú entre líneas y luego desapareces para dárselo a los demás y que pase a ser suyo, no funciona. Y cuando lo consigues es narcótico y adictivo.

Y está el tema del tiempo y del espacio para hacerlo posible. Tiempo y espacio que durante estos días he echado tantísimo de menos al no poder ni siquiera plantearme un instante de soledad y recogimiento. El verano tiene estas cosas, que tampoco están mal, no vayáis a creer.

Es por eso que me he acordado mucho últimamente de  Virginia Woolf   y su libro  Una habitación propia   ¡Cuánta razón tenía!  

Ya os hablé de ella y su libro  Las olas, considerado una de las obras fundamentales de la Literatura.

“Vivimos arrastrados por la corriente de esas cosas que nos han llegado a ser tan familiares que carecen de sombra. Flotamos, flotamos…”

En  Una habitación propia  Virginia Woolf aúna dos conferencias que convierte en un ensayo en el que refleja las dificultades de la mujer de entonces para poder ser escritora.  Se convierte así en un ensayo feminista que saca a la luz las profundas desigualdades que existían entre hombres y mujeres a la hora de realizarse como seres humanos.  Soy de la opinión de que dichas desigualdades cada vez están más desdibujadas, supongo que ante esa afirmación habrá quien me eche los perros pues todavía hoy en día la mujer sigue llevándose la peor parte y esa brecha se sigue dando, pero quizá sea más sutil, al menos en nuestra sociedad, y las armas para no dejarse encasillar si no quieres están al alcance de todos.

Woolf pone el acento en lo importante que resulta tener una independencia, un espacio y un tiempo propio para realizarnos, para conseguir conocernos y alejarnos de etiquetas, y también, por supuesto, para escribir. Y esta necesidad es básica tanto para unos como para otras. En la época de la autora era evidente que los hombres lo tenían sencillo, las mujeres de clase alta y buena educación podían acercarse (y de lejos) a ese ideal y las demás en la cocina.

Doy fe. Sin independencia, sin espacio y sin tiempo es casi imposible escribir. A pesar de todo hay quien lo consigue, supongo que con mucho sacrificio, me quito el sombrero ante ellos.

Yo no pude. Hice caso a Bukowski, no lo hice, esperé a que rugiera y ha dado resultado, vuelvo por mis fueros y con mucho, mucho, que contar.

Aquí os dejo el poema entero recitado por Hovik (otro grande) para que os deleitéis, al fin y al cabo lo que dice es aplicable a todo lo que hagáis en la vida. Viene con una recomendación “pelín” etílica pero ¿alguien sabe de algún buen escritor que no beba?

Ahí vamos, a abrasarnos.

No hay otro camino y nunca lo hubo.