“La vida, tal como la
vivimos, no es un momento de tregua”.
Marguerite Yourcenar
Me aburre el tiempo. En
realidad me aburre cualquier conversación que tenga el tiempo como epicentro en
cualquiera de sus facetas porque pocas veces resulta una conversación
atractiva. Pudiendo plantearse de forma estimulante, la mayoría de las veces
desmoraliza y el tema acaba siendo muy cenizo y con todos sus participantes
hundidos en la miseria.
Qué os voy a decir si de lo
que se trata es de comentar el tiempo que hace como recurso fácil en el
ascensor. Gran momento “depresive” que podría ser materia de estudio antropológico,
lo mismo ya alguien se ha puesto a ello. Ahí la sucesión de tópicos y lugares
comunes es de manual. Confieso que alguna vez me he arrancado a hablar del
tiempo en un ascensor con la perversa intención de ver hacia dónde derivaba el
diálogo. Alguna vez ha merecido la pena ;) Ahora, que se lleva mucho eso del
lift speech, resumir en cuatro líneas tu empresa para venderla si por
casualidad te encuentras en el ascensor a ese influyente que te cambiará la
vida para siempre, yo me llevaría la palma y sería el próximo “hombre del
tiempo”, seguro.
Pero si la conversación
tiene por objeto el paso del tiempo y sus consecuencias fatales ya es para
cortarse las venas con lo que tengas más a mano. Nunca encuentras unos
planteamientos vitales que motiven y empujen a seguir adelante a pesar de que
el final ya sepamos todos cuál es. Triunfa el pesimismo, la resignación, el
dejarse rodar cuesta abajo es la tendencia.
Vale, miento, nunca no,
casi nunca.
Hay veces que te topas
con alguien que sabe muy bien a qué está jugando, que lleva una vida bien vivida y que lo
transmite. En estos casos la conversación se torna bastante más interesante e
instructiva, el tiempo es la anécdota. Suelen ser personas con un bagaje
importante, poco apegadas a nada y muy generosas. Por lo general son gente sin
prejuicios, que juzgan poco a los demás, que no se paran a lamerse las heridas,
no hay tiempo, que dejan fluir los días sin dejar que se escapen y que sin
pretenderlo se convierten en un referente.
Desde hace años vengo
escuchando qué es lo correcto o no a cada edad. En un principio, por falta de
referencias, esos planteamientos los asumía a pies juntillas y me iba mal, hasta
que caí en la cuenta que buscan uniformizar, perpetuar unos procesos y unos
prejuicios que en la mayoría de los casos generan mucha infelicidad y mucha
angustia, van en contra de la propia naturaleza humana.
Pero si no me gusta
abonar este tipo de pensamiento en las conversaciones en las que participo y siempre que puedo procuro
darles la vuelta (con poco éxito, la verdad), sí me gusta el estudio del tiempo como concepto y leer lo que otros
opinan al respecto. Y ahí tenemos mi recomendación de hoy, Marguerite
Yourcenar, magnífica escritora, erudita y autora de uno de mis libros más releídos:
Opus Nigrum. Gran parte de su obra gira entorno al tiempo como clave de nuestro
comportamiento y de nuestra percepción, de lo particular a lo general. En la
recopilación de ensayos El tiempo gran escultor se pone de manifiesto esta
preocupación suya “No hay ni pasado ni futuro, tan sólo una serie de presentes
sucesivos, un camino perpetuamente destruido y continuado por el que avanzamos
todos”.
Estupendo libro para quien le apetezca reflexionar sobre el paso del
tiempo y su huella en el hombre.
El tiempo es relativo ya
nos lo dijo Einstein. En nuestras carnes lo sentimos, hay días que parecen no
acabar nunca y otros que se van en un suspiro cuando deberían ser eternos. Pero,
según afirman los físicos G. FitzGerald y H. Lorenzt, para los objetos en movimiento el tiempo transcurre más lentamente.
Mantengámonos pues en movimiento… que este post ya
se acabó y como dice Pink Floyd pensé que diría algo más ;)
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